sábado, 9 de marzo de 2013

Hacia una literatura sin adjetivos "Andruetto"

El arte no tiene sentido si no considera que se dirige a una sociedad de la que su discurso se alimenta. Griselda Gambaro Hacia una literatura sin adjetivos. La tendencia a considerar la literatura infantil y/o juvenil básicamente por lo que tiene de infantil o de juvenil, es un peligro, porque parte de ideas preconcebidas sobre lo que es un niño y un joven y porque contribuye a formar un ghetto de autores reconocidos, incluso a veces consagrados, que no tiene entidad suficiente como para ser leído por lectores a secas. Si la obra de un escritor no coincide con la imagen de lo infantil o lo juvenil que tienen el mercado, las editoriales, los medios audiovisuales, la escuela o quien fuere, se deduce (inmediatamente) de esta divergencia la inutilidad del escritor para ser ofrecido en ese campo de lectores potenciales. Así la literatura para adultos se reserva los temas y las formas que considera de su pertenencia y la literatura infantil/juvenil se asimila con demasiada frecuencia a lo funcional y lo utilitario, convirtiendo a lo infantil/juvenil y lo funcional en dos aspectos de un mismo fenómeno. 6. Peligro. El gran peligro que acecha a la literatura infantil y a la juvenil en lo que respecta a su categorización como literatura, es justamente el de presentarse a priori como infantil o como juvenil. Lo que puede haber de “para niños” o “para jóvenes” en una obra debe ser secundario y venir por añadidura, porque el hueso de un texto capaz de gustar a lectores niños o jóvenes no proviene tanto de su adaptabilidad a un destinatario sino sobre todo de su calidad, y porque cuando hablamos de escritura de cualquier tema o género, el sustantivo es siempre más importante que el adjetivo. De todo lo que tiene que ver con la escritura, la especificidad de destinatario es lo primero que exige una mirada alerta, porque es justamente allí donde más fácilmente anidan razones morales, políticas y de mercado. 7. La industria editorial. En medio de la permanente renovación de títulos, del rápido reemplazo de un libro por otro, un buen libro, un libro de calidad literaria, puede consolidar una circulación con cierta perdurabilidad, algo que finalmente también redunda en beneficio de los buenos editores que hicieron el esfuerzo y asumieron el riesgo de publicar calidad y diversidad, a veces incluso contra las tendencias del mercado. La presión por obtener rendimientos inmediatos tiene un efecto perverso que actúa en contra de los intereses de la misma rueda editorial ya que no contribuye a crear nuevos y buenos lectores. Porque a los lectores, es decir los destinatarios de los desvelos de los escritores y de la industria editorial, es necesario construirlos. Y construir lectores es, lo saben ustedes más que yo, un persistente trabajo social que incluye a docentes, bibliotecarios, padres, técnicos, investigadores, críticos, promotores de libros, editores, escuelas, instituciones no gubernamentales y al Estado. Los resultados de creer ciegamente en las leyes del mercado, hacen que se confunda literatura con cifras de venta por título. Se trata de cosas muy diferentes ya que la literatura (además de aportar a parte de la industria editorial) es una de las expresiones más altas de la cultura y una construcción social que cohesiona y da entidad a los habitantes de un país y que como tal necesita ser cuidada, estimulada y protegida por todos. La literatura es, por lo tanto, una construcción que va incluso más allá del libro como objeto de la cultura. Un buen editor, un editor preocupado por la literatura, es alguien capaz de construir un catálogo perdurable, capaz de atender a una mejor calidad y a una mayor diversidad, tal vez con una menor concentración de ventas por título en aras de mejores libros. Más libros de calidad aunque vendan tal vez menos cantidad de ejemplares cada uno, libros cuyas ventas se sostengan en el largo plazo, en lugar de una voracidad que reclama resultados inmediatos y fabrica series anodinas de rápida funcionalidad y pronta desaparición en la memoria de los lectores. Menos concentración de ventas por título, hacia un mundo de libros de calidad más diversificado. Se trata de una apuesta que sostienen con esfuerzo los editores pequeños, que buscan en las fisuras del mercado una franja especial, más refinada, de lectores. Apuesta cuyos esfuerzos, tal vez en nombre de esa literatura como construcción social de todos, el Estado debiera apoyar y estimular de un modo diferenciado. (Para continuar la lectura de este espectacular libro...acuda a la librería más cercana)

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Literatura Infantil y Juvenil UNaM "Una Literatura de arte Mayor"

Ya lo Decía María Adelia Diaz Ronner "¿de qué trata la literatura para chicos? Pues ¡vamos al grano ya! Trata de muchas cosas que nunca están superpuestas: de las palabras y las multiformas que cada escrito les otorga. Porque la literatura trata del lenguaje de sus resplandores en pugna, si se me permite describir casi poéticamente el oficio de escribir. Aunque suene extravagante, en pocas ocasiones se ubica al lenguaje como el protagonista específico de una obra literaria infantil. ¿Por qué expreso esta hipótesis de lectura? Porque, en general, se plurirramifica el tratamiento de un producto literario para los chicos abordándolo desde disciplinas que distraen del objetivo —y la especificidad, en suma— de todo hecho literario: el trabajo con la lengua que cada escrito formaliza."