domingo, 16 de marzo de 2014

Diplomatura en LIJ 2014-15 (Duración 18 meses)

Diplomatura en LIJ 2014-15 (Duración 18 meses) Inicio: 03 de Mayo Cursado: Presencial. REQUISITOS:  Acreditar título de grado terciario o universitario.  Estar en ejercicio de la profesión. ARANCELES Inscripción: $150 Actualización: 5 (cinco) cuotas de $300 (trescientos) cada una. Especialización: 8 (ocho) cuotas de $300 (trescientos) cada una. Diplomatura: 12 (doce) cuotas de $300 (trescientos) cada una. DESTINATARIOS: Docentes de Nivel Inicial, escuela primaria, escuela media. Docentes de IFD, terciarios y/o universitarios. CONSULTAS: cemillij.fhycs@gmail.com ó extension@fhycs.unam.edu.ar Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (Tucumán 1946) Posadas-Misiones Módulos Carga horaria semi-presenciales Carga horaria semi-presenciales total Módulo 1) Acercamiento, percepciones y problematizaciones de la denominada Literatura infanto-juvenil Módulo 2) Historia y Cultura de la Infancia y la Juventud Módulo 3) Literatura y escuela: La lectura. Módulo 4) El problema del género. Territorialidades. Módulo 5) La imagen como discurso literario. Módulo 6) Imaginarios juveniles en las tramas textuales de hoy. Módulo 7) Mediación y promoción de la lectura en contextos diversos. Módulo 8) Seminario de escritura. Proyecto de Acción: Proyecto de mediación y promoción de la LIJ ------- -------- -------- total 420 El seminario de escritura se distribuirá en cinco encuentros, cada uno de los cuales se haría ocupando toda una jornada al promediar la finalización de cada módulo. Diplomatura Módulo 9) Problemas generales de la Posmodernidad y los discursos literarios en contextos. Módulo 10) La LIJ en el mercado editorial y cultural. Selección, censuras y exclusiones. Módulo 11) Taller de escritura e investigación Módulo 12)Trabajo integrador ------------- Tesina Investigación en el campo de la LIJ -------- ------- ------- TOTAL DEL TRAYECTO DE DIPLOMATURA 620 Metodología:  Clases presenciales teórico-prácticas: metodología de Taller o Exposiciones dialogadas.(conversación, argumentación) o Trabajos grupales. o Paneles, foros  Actividades no presenciales de autogestión.  Producción de textos de circulación académica y paraliterarios.  Reflexión metacognitiva.  Las jornadas de trabajo se piensan con distintas variantes: conferencias, trabajo en comisiones, se recomienda la lectura del material teórico previa a cada encuentro (esto es primordial para que las conferencias y los talleres sean productivos).

El equipo se fortalece

Cronotopo-Bajtín

Bajtín, Mijail. “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela. Ensayos sobre Poética Histórica” en Teoría y estética de la novela. Madrid. Taurus. 1989. Ficha de Circulación interna. Informe realizado por: Prof. Diaz, Cristian CRONOTOPO. Según Mijail M. Bajtín, la correlación esencial que se da entre las relaciones espaciales y temporales en la obra literaria en general y la narrativa en particular. La noción de "cronotopo" la acuñó el gran teórico de la literatura MijailBajtin<1989> para referirse a las formas en que las novelas relatan el tiempo y el espacio, creando escenarios dialógicos en los que los sujetos interactúan de una forma particular. "Con Bajtin sabemos perfectamente que espacio y tiempo no existen separadamente; que no hay espacio sin tiempo, ni tiempo sin espacio, por más que nuestras operaciones separadoras (conocer: cog-noscere es separar, dividir) insistan en ello. La noción de cronotopo es mucho más que un término feliz: es un concepto que se resiste a ser pensado, y que insiste en ser vivido, vivenciado, experimentado. Por ello, como reproducción del macrocosmos al que pertenece, todo relato (microcosmos) tiene su big-bang (y su big-crunch): un principio y un fin en el tiempo, pero también una apertura y un cierre de la espacialidad instaurada a través de las palabras, de las imágenes visuales, de los sonidos no verbales, etc., desde el desembrague. Entrar en la reflexión del espacio como un simple "decorado" (aunque sea -y ya es mucho- un "decorado mítico") es una torpeza. El espacio es un constituyente de la ex-sistencia para los seres materiales. Ex-sistimos en el espacio. El ex- marca el punto cero, la in-ex-sistencia. Toda sistencia (toda consistencia, asistencia, resistencia, persistencia, insistencia, desistimiento) se da en el espacio.O el espacio es, básicamente, un en. Y nosotros -que no paramos de discurrir- somos, fundamentalmente discursos en tránsito (¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?)." "La identidad, no podemos olvidarlo, está definida como posición en relación a una geografía, a un espacio social y ecológico particular. Esto la liga íntimamente con la espacialidad. Por esto último, Bajtin ha buscado explicar la transformación en la producción de sentido por la vía del género novelístico empleando el concepto de cronotopo. Traducido literalmente como "tiempo-espacio", implica la fusión de los índices espaciales y temporales en un todo inteligible y concreto. El cronotopo establece la imagen del hombre en la literatura, imagen siempre ligada a la relación espacio-temporal. No hay que olvidar a este respecto que los sistemas de representaciones simbólicos que conforman las culturas son los resultantes de modos específicos de apropiarse la naturaleza y de ubicarse en ella y relacionarse con ella. Los códigos mentales se desprenden de estos sistemas simbólicos. De ello mismo se desprende un lenguaje, vehículo que articula una forma de pensamiento particular, y que en el acto de nombrar las cosas y el entorno, implica una relación particular del medio en cuestión. Nombrar es introducir sentido y es también introducir orden, un cierto tipo de orden social del cual se desprenden los valores intrínsecos que van a regir esa comunidad particular. Los cronotopos son, para Bajtín, el centro organizador de los eventos narrativos. El cronotopo hace visible el tiempo en el espacio y permite la narración del suceso: es el vehículo de la información narrativa. "Un ejemplo sería el comienzo del Quijote: "En un lugar de la Mancha…" que subvierte la tradición caballeresca situando al héroe no en un lugar exótico y lejano sino en un pueblo manchego, donde todo era rutinario, cotidiano (el tiempo de la novela picaresca) y aburrido." (Viñas Piquer, 2002:469). "Cada cronotopo delimitado en una obra puede incluir, a su vez, innumerable cantidad de cronotopos más pequeños pues, cada motivo, puede tener su propio cronotopo". “El concepto de cronotopo se puede extender más allá de la literatura, pues existen cronotopos de la vida real, es un elemento fundamental de la vida social. El presente, y sobre todo el pasado, son enriquecidos a expensas del futuro. El cronotopo puede representarse como un camino que integra perfectamente el tiempo y el espacio en una sola línea continua. El camino implica un recorrido, y ese recorrido es tan lineal como él mismo: se parte de un extremo del camino (el inicio) para llegar a otro (la meta). La fuga al futuro.”

El Padre – Antonio dal Masetto

El Padre – Antonio dal Masetto Cuando pienso en mi padre me vienen a la memoria los regresos a casa, al terminar nuestra jornada de trabajo. Volvíamos de noche, él en bicicleta y yo trotando. Corría a la par, a veces me atrasaba un poco y luego lo alcanzaba. La bicicleta era de mujer, el asiento estaba demasiado bajo y mi padre, un poco echado hacia atrás, pedaleaba despacio por la calle de tierra. Estoy seguro de que no hablábamos. En realidad tengo la impresión de que nunca hablábamos. Si intentara recuperar algún diálogo con mi padre me resultaría imposible. Sólo frases sueltas. Esto de los regresos ocurría en Salto, el pueblo de la provincia de Buenos Aires donde fuimos a vivir cuando emigramos de Italia. Un hermano de mi padre estaba en la Argentina desde antes de la guerra y le había ofrecido una participación en su carnicería. Yo tenía doce años. Recorrimos ese trayecto durante meses y meses. Con frío, con calor, con lluvia. Después de tantos años, la memoria rescata una única carrera nocturna que las resume a todas. Esa imagen siempre vuelve y se impone sobre los demás recuerdos. Aunque son muchas, nítidas y fuertes las imágenes que tengo de mi padre. En general de la época de mi niñez, en el pueblo italiano, antes del largo viaje en barco a través del océano. Podría intentar hacer una lista y creo que no acabaría nunca. Ahí está la figura de mi padre, oscura y quieta bajo una nevada, esperándome en el portón del colegio de monjas al que yo iba. Mi padre guiándome por un atajo, a través de una colina que dominaba el lago, hasta llegar a la desembocadura de un río donde nos deteníamos a pescar. Mi padre caminando cauteloso unos pasos delante de mí, en los bosques que comenzaban más allá de las últimas casas: bajo el brazo llevaba la escopeta belga de dos caños de la que estaba orgulloso. Mi padre cortando pasto desde el amanecer hasta el anochecer, en el campo de un terrateniente, parando unos segundos para sacarle filo a la guadaña, secarse el sudor de la frente y tomar un trago de agua. Mi padre vaciando la letrina con dos baldes colgados en los extremos de una larga vara de madera que se cruzaba sobre los hombros. Mi padre abonando los surcos de la huerta con el contenido de esos baldes. Mi padre hachando troncos, apretando los dientes y soltando un soplido ronco en cada golpe. Mi padre llegando a casa de noche, con un pino para el árbol de Navidad, seguramente arrancado de algún lugar prohibido. Mi padre emparchando la cámara de una bicicleta. Mi padre con el torso desnudo, afeitándose en el patio, frente a un espejo colgado de un clavo, explicándome por qué había dos zonas de la cara que necesitaban ser enjabonadas más que el resto. Mi padre fabricándome una flauta. Mi padre lavando una oveja en el arroyo para luego esquilarla. Mi padre realizando trabajos de albañilería, de carpintería. Mi padre sembrando, cosechando, pisando la uva para hacer vino, injertando frutales. Teníamos un ciruelo que daba frutos amarillos en una rama y rojos en otra. Un peral que daba peras de diferentes estaciones. Yo estaba asombrado con tantas habilidades. Aquel hombre sabía hacer de todo. Parecía que nada tuviera secretos para él. Mi padre era un montañés callado y tímido. Pero podía irritarse y mucho. Una vez lo vi perseguir a un tipo por la calle hasta que el otro saltó por encima de una cerca que daba a un barranco y escapó. Se trataba de una disputa entre vecinos. No recuerdo la razón o nunca la supe. Tengo una imagen muy clara de esa violencia al aire libre. Todavía me parece oír el jadeo de los dos hombres corriendo. Me pregunto qué hubiese pasado si mi padre lo alcanzaba. Con nosotros nunca se enojaba. Nos quería y nos respetaba. Pocas veces tuve oportunidad de aplicar tan adecuadamente la palabra respeto. De él, sin duda, heredé la inconsciencia y la tozudez. Estoy pensando en la actitud de mi padre durante la guerra. Trabajaba en una fábrica de gas y a veces su turno terminaba en la mitad de la noche. De nada servían los ruegos de mi madre y los consejos de sus compañeros. Volvía a casa sin esperar que amaneciera, desafiando el toque de queda y las balas, porque quería dormir en su cama, era su derecho, y no existían Hitler o Mussolini o guerra que se lo impidieran. Partió para América en 1948. El día de la despedida reía, bromeaba, se lo veía de buen humor, pero a mí me pareció que lo hacía para darse ánimo y cubrir el desconcierto. Recuerdo el reencuentro en el puerto de Buenos Aires, pasados dos años de separación, su abrazo torpe y sin palabras. En el viaje en tren a través de la llanura invernal, rumbo al pueblo, tampoco habló demasiado. Iba sentado junto a mí y su brazo se mantuvo rodeándome los hombros todo el tiempo. De tanto en tanto sus dedos se comprimían para darme un apretón. Después vino el trabajo a su lado, en la carnicería, donde aprendí la recorrida de los clientes antes de memorizar la primera media docena de palabras en castellano. Salía al reparto a la mañana y a la tarde y, cuando terminaba, ayudaba en el negocio. Siempre había algo que hacer. Limpiar la picadora de carne, la sierra eléctrica, lavar el piso, pelar ajos para los embutidos, darles agua a los animales. Empecé a jugar al fútbol en la sexta división del Club Compañía General. Estaba contento con los botines, el pantaloncito y la camiseta que me habían dado y podía llevarme a casa. Los partidos eran los sábados después de mediodía y a veces llegaba con un poco de retraso al trabajo. Entonces, durante toda la tarde, vivía en un clima de acusaciones silenciosas. Las acusaciones provenían de mi tío y mis dos primos. Mi padre no me decía nada. A lo sumo rumiaba una frase en voz baja cuando me veía aparecer corriendo. Se sentía obligado con su hermano mayor que lo había traído a América, y la deuda me incluía. Estoy seguro de que esa dependencia lo amargaba. Pero no podía hacer nada y guardaba silencio. También en el reducido territorio de aquel negocio éramos extranjeros y había que ganarse el espacio y soportar las humillaciones cuando llegaban. Yo intuía que mi padre hubiese deseado un destino distinto para mí. Una noche, cinco años después de la llegada al pueblo, emprendí otro viaje. Partí a descubrir la ciudad. A esta altura mi padre se había separado de mi tío y había instalado su propia carnicería. No le iba bien. Mi padre no era el mismo de antes. América lo había golpeado. Yo no estaba con él en el negocio nuevo. En los últimos tiempos había trabajado de cadete en una farmacia. Me fui sin que lo supiera. Mi madre y mi hermana me vieron dejar la casa porque se despertaron mientras yo preparaba la valija. No lograron retenerme y tampoco se animaron a llamar a mi padre. Ignoro cuánto pudo dolerle aquella huida. Nunca me la reprochó. Después, en los espaciados regresos al pueblo, me encontraba con pequeños cambios en la casa. Algunas comodidades en el baño, en la cocina. Me enteré de que una vez, al comprar un calefón, mi padre comentó: “Para cuando venga Antonio”. Por lo tanto pensaba en mí con cada mejora. Cuando murió, yo estaba lejos. Una enfermera iba a aplicarle inyecciones día por medio. La última fue un sábado. La enfermera se despidió hasta el lunes. Mi padre dijo: “Vamos a ver si aguantamos hasta el lunes”. No aguantó. Sé que en el final preguntó por mí. Llegué al pueblo el día posterior al entierro. Venía desde Brasil, viajando en trenes y en ómnibus. En la puerta encontré al marido de mi hermana que me dijo: “Papá murió”. Muchos años después de su muerte, mientras mirábamos unas fotos, oí a mi hermana murmurar: “Qué hermoso era papá”. Nunca había pensado en eso. Eran fotos de sus veintisiete años, tenía a un chico de meses en brazos, estaba tostado por el sol y se le notaban los músculos bajo la camiseta clara. Se lo veía feliz. El chico era yo. De tantas cosas relacionadas con mi padre me acuerdo especialmente de aquellos regresos a casa después del trabajo. Eran siempre noches grandes, cargadas de estrellas y de silencio. Así las veo. Avanzábamos a través de un decorado de casas mudas y luces fantasmales en las ventanas y en los patios. Yo me sentía extraviado en esa oscuridad y la sensación no me gustaba. Quería llegar rápido, para que pasara la noche, y luego el día, y otra noche y otro día, hasta que el cerco de las noches y los días se rompiera. ¿Y mi padre? ¿Qué pensaba? ¿Qué significaba para él ese tránsito entre la agitación de la jornada y la promesa del descanso? ¿En qué medida mi presencia le servía de compañía, de incentivo, de alivio? ¿Me vería como yo me veo ahora en el recuerdo? Lo que veo es un cachorro impaciente, agazapado en el fondo de sí mismo, esperando su oportunidad para dar un salto. Mi padre pedaleaba y yo trotaba a su lado. No teníamos otra referencia que el foco de la bicicleta alumbrando un óvalo de tierra, hipnótico, surgido como desde un sueño, renovándose en una calle que podría no tener fin. Esa luz mínima marcaba el camino y finalmente nos sacaba de la oscuridad. Nos guiaba a la mesa familiar preparada para la cena, a los rumores de las sillas arrastradas sobre el piso de ladrillos y de los cubiertos en los platos. Pero durante ese trayecto permanecíamos lejos de todo. Ahí estábamos solos y estábamos juntos. Nos movíamos en una zona de vacío entre un mundo que ya no existía, perdido del otro lado del océano, y este otro que se proyectaba en los días futuros y estaba hecho de necesidades e insatisfacciones y furias contenidas y esperanzas obstinadas.

Seminario-taller 2013 UNaM

Literatura y lectura en comunidad.

III SIMPOSIO DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL EN EL MERCOSUR Universidad Nacional de San Martín. Escuela de Humanidades Ponencia Expositora: Prof. Arce, Rita Micaela. Correo electrónico: micaela_arce29@hotmail.com Literatura y lectura en comunidad. “Va a ser un derecho, o más bien un poder, exactamente inverso: poder de hacer vivir y de dejar vivir.” Foucault, 1976. Durante el 2012, en convenio con la EBY , el CeMILLIJ , luego de desarrollar un curso de capacitación de Mediación en lectura comunitaria, llevó adelante el proyecto de instalación de clubes de lecturas en dos barrios periurbano de la ciudad de Posadas, Misiones cuya coordinación estuvo a mi cargo. Una de las metas principales del equipo fue crear un espacio comunitario de lectura literaria en el cual se viviese la experiencia de estar en contacto con los libros, las narraciones y las imágenes a modo de establecer nuevos vínculos entre la universidad, la comunidad y la literatura. El barrio San Isidro se constituyó básicamente por los ex -pobladores de la costa del Paraná que debieron ser reubicados por la construcción de la represa hidroeléctrica Yacyretá . Los habitantes no sólo debieron abandonar sus hogares sino que se vieron obligados a modificar sus prácticas y costumbres para adoptar nuevos hábitos que le permitieran sobrevivir lejos del río. Muchos de ellos comenzaron a desempeñarse como “changarines ” para todo tipo de empleos a fin de tener algún ingreso económico. Sin embargo, con el paso del tiempo lograron organizarse y conformar una cooperativa olera de “vecinos ex-pescadores” dedicados a la fabricación de ladrillos. Lo que nos moviliza. La invitación a compartir una narración o un momento de lectura de literatura, en cualquier etapa de nuestra vida, puede significar una oportunidad de recreación, reconocimiento, desarrollo y disfrute tanto de las experiencias propias como ajenas. No ha sido casual que la literatura haya sido alejada de las masas. En este sentido, Claudia López afirma que el acto de leer implica un quiebre, una apertura, una llamada, una experiencia que deja huellas y habilita la toma de la palabra: “Hacer propio lo que leo supone, de alguna manera, “poner en jaque” al autor y sus mediadores y abrir espacios en el texto para inscribir una voz propia.” La misma autora enuncia que actualmente existe una nueva amenaza que ya no está signada por la censura sino por la imposibilidad de tener un tiempo para leer, de apartarnos un momento del día para el encuentro personal con la lectura y por ello, es común ser parte del semianalfabetismo o analfabetismo funcional que nos limita a leer sólo lo imprescindible para cumplir con nuestras rutinas diarias . Los primeros pasos… Para comenzar, se programaron encuentros semanales con talleres de lectura, escritura, reflexiones y juegos en los SUM de cada barrio. Los salones barriales resultaron lugares estratégicos para la instalación de los clubes ya que continuamente convocan a los vecinos a la participación, integración y apropiación de ese espacio a través de distintas actividades. En los clubes de lectura se asumió la responsabilidad de poner en juego un corpus literario que generara experiencias significativas en cada encuentro. Para ello, se realizó una selección minuciosa de los textos que compondrían la mochila con la que los mediadores llevarían adelante los talleres. El criterio fue amplio e incluyó cuentos, mitos, leyendas, novelas, poesías, trabalenguas, coplas, adivinanzas y textos teatrales. Se priorizaron obras que demostraran un trabajo con el lenguaje poético y que estuviesen abiertas a lecturas plurisignificativas. Dejando de lado los posibles planteamientos que prefiguran limites y preconceptos basados en la condición socio-comunitaria o la edad de los pequeños lectores, se seleccionaron obras que demandaran un esfuerzo cognitivo para la comprensión de los textos. Además, la puesta en escena de nuevos relatos, no predecibles, implicaba la necesaria escucha atenta y el silenciamiento de las voces para disfrutar de la experiencia del encuentro personal con lo literario. La necesidad de quebrar los moldes. Si consideramos que el texto literario, en tanto creación artística, tiene la capacidad de generar desconcierto, goce, inquietud, evasión o extrañamiento ante lo cotidiano entonces nos preguntamos: ¿por qué en barrios como San Isidro no existen espacios en los cuales los habitantes puedan disfrutar de estas experiencias con la literatura? Ante este cuestionamiento, surgen muchas posibles respuestas pero compartimos la afirmación de Sara Hirschman quien dice que más allá de los motivos por los cuales la literatura se volvió un privilegio de cierta clase social, es necesario hacer algo para que vuelva a estar al alcance de todos ya que es un derecho obtenido con mucho esfuerzo. La literatura, con mayor razón si es LIJ, aún no puede desprenderse del fantasma de la moral que allana los textos literarios a una función didáctica y operativa que resulta cómoda, facilista y práctica para los adultos que establecen lo que Graciela Montes denomina corral de la infancia que si bien protege al niño, también lo limita. Por ello, resulta interesante la reflexión de Deleuze: “¿Qué salud bastaría para liberar la vida allá donde esté encarcelada por y en el hombre, por y en los organismos y los géneros?” La selección literaria. Un aspecto muy importante para la instalación del club de lectura fue la elaboración del corpus de obras literarias que serian utilizadas por las mediadoras y que luego pasarían a ser patrimonio de la comunidad: Los libros para niños para adultos tienen la característica de ser libros inolvidables, libros de cabecera, que no pierden vigencia en cada actualización y que se pueden leer una y otra vez. Verónica Uribe describe como Los libros para niños para adultos a aquello que poseen una notable universalidad investiga acerca de las características de los textos literarios infantiles que han sobrevivido a las críticas, a los cambios contextuales y al olvido e ingratitud de la academia que no las reconocen en su merito de establecer un primer vinculo entre en niño y la cultura. Otro concepto interesante que desarrolla es el del adueñamiento que surge en el momento en el cual un adulto inicia la lectura de un libro infantil y no puede dejar de leerlo ya sea por el reencuentro con el niño interior, con recuerdos de la infancia o porque el texto ha logrado tocar las intimas fibras de sensibilidad al nombrar las cosas por su nombre como lo hacen los niños, con sencillez, con claridad y verdad: “En este sentido hay en la mayoría de estos libros una calidad poética, entendida ésta como la capacidad de generar múltiples lecturas, de congregar una multiplicidad de accesos. Estos libros son pues susceptibles de despertar inquietudes y vínculos afectivos en distintos receptores.” Como ejemplos de estos textos hallamos: “ El árbol de sombreros”, de M.E. Walsh, “Los sueños del sapo”, de Javier Villafañe o “Qué pasaría si..”de Silvia Katz; libros álbumes: “Donde viven los monstruos”, de Sendak, “Los monstruos ya no asustan”, de Javier Peña; “La sorpresa de Nandy” Browne, Eileen,; “ Fernando furioso”, Satoshi; también los cuentos clásicos tuvieron su participación con “El traje nuevo del emperador” y “Caperucita”. Incluso se disfrutó de la poesía en “Ver llover”, de Iglesias así como también de una antología de frases, trabalenguas y rimas populares en diálogo con las antologías de narrativa oral “Mi burro enfermo”, y “Juguemos en el bosque” de ediciones Ekaré fueron el centro de las actividades del club literario. Cabe destacar que los libros álbumes ocuparon un lugar privilegiado en la selección, ya que la imagen permite incluir a aquellos que aún no saben leer – tanto niños como mayores- que pueden seguir la narración desde el reconocimiento de las ilustraciones que no son ingenuas sino habilitantes de voces que no se sentían consideradas en la aún indescifrable palabra escrita. Uribe afirma que las obras con calidad literaria nos desarman por la precisión con la que tratan aquello que a veces resulta inasible. En ellos existen significados que tocan la sensibilidad del lector, concentrados en una estructura lingüística y un estilo sencillo... Así sucedió con el libro álbum “La caja”, en el cual se presenta a un personaje que debe elegir qué cosas llevar en una caja el día de la mudanza. La idea de la partida, la separación, los cambios, las perdidas y adaptaciones , lo que llevamos y lo que dejamos fueron algunos de los temas que surgieron cuando abrimos el diálogo en una ronda donde ellos atentos escuchaban la narración, observaban las imágenes y se hacían participes de un relato que los interpelaba con cada objeto que el personaje seleccionaba. Luego de conversar con los niños acerca de la lectura, los invitamos a que dibujaran o escribiesen- los que supieran hacerlo- en una hoja algo especial que desearían colocar en la caja. En el momento de socializar las producciones, cada uno narraba qué había elegido y por qué lo quería guardar: -“Mae yo quiero poner el dibujo mi oso de peluche marrón que me regaló mi papá por el día del niño… - Yo voy a dibujar un helado de chocolate con caramelo que mi favorito… - ¿Mae yo puedo poner un caballo en la caja?, es lo que más me gusta, al lado de mi casa hay uno y yo le doy pasto todos los días.. - Yo quiero que mi hermanito chiquitito esté ahí porque es muy lindo pero todavía no me dejan alzarlo… - Yo dibujé esto: un parque, flores, un arcoíris y a mi abuela que está muy feliz. Así debe ser el cielo. Ella seguro que está feliz, pero yo a veces la extraño mucho.” Este es un ejemplo de por qué el club de lectura literaria no es un espacio de entretenimiento sino como un lugar en el cual los pequeños lectores pudieron hallar un relato que además de incluirlos, los conmueva, los sorprenda, los invite al cuestionamiento. Cuando la niña hizo referencia a su abuela nos conmovió, sin embargo, lo importante fue que ella encontró en ese relato un espacio mágico y feliz donde resguardar su nostalgia. La literatura, el discurso poético, la metáfora, metonimia, sinécdoque o el recurso de la imagen- lo que haya sido- despertó en ella una idea de cobijo, de cuidado y tranquilidad. Algunos destellos. El club fue creciendo, en número y experiencias, semana tras semana llegaban con las caritas sucias o descalzos a reencontrarse con sus compañeros. Fuimos creando un espacio con nuevos hábitos ya que ellos al entrar al salón podían hallar alguna sorpresa: un improvisado escenario de títeres, alguna disposición diferente en los muebles del lugar, o la serie de materiales con los que se trabajaría además de la alfombra sobre la cual estaban a su disposición todos los libros del club. Algunos llegaban y realizaban una minuciosa inspección de los libros para luego tomar uno y apartarse a leer, otros comparaban, revisaban, surfeaban con lecturas fugaces de títulos e imágenes, algunos que incluso no sabían leer palabras escritas, leían las imágenes, las ilustraciones, los colores, las escenas que se les presentaba en cada vuelta de hoja e inventaban los relatos. En más de una ocasión decidimos postergar el momento de apertura del taller debido a que ellos estaban no solo leyendo sino creando sus propias narraciones, habitando ese espacio. Luego de cada taller era el momento de la reflexión, de la autoevaluación y planificación del próximo encuentro. En uno de los registros se puede leer: “Hay mucho trabajo por hacer pero los niños están enganchados, van adoptando el hábito de reunirse en torno a los libros, de explorar, de repensar otras opciones, de imaginar sus propias historias y los más importante es que se han apropiado del club como su espacio e invitan a sus amigos para que lo vengan a conocer. Otro factor no menos relevante es que se ha alcanzado un número estable de asistentes que los miércoles en las siestas en lugar de estar en la plaza o viendo televisión pueden venir al Club a leer.” Conclusión La experiencia de actuar como un puente entre literatura y comunidad implicó múltiples desafíos que se agudizaron al momento de seleccionar el corpus literario porque la intención era generar ocasiones para el encuentro de la obra con su lector. Para ello retomamos la idea de lectura que presenta Roland Barthes: “Abrir el texto…es conducir al reconocimiento de que no hay una verdad objetiva o subjetiva de la lectura, sino tan sólo una verdad lúdica…el juego no debe considerarse como distracción, sino como trabajo, un trabajo del que, sin embargo, se ha evaporado todo esfuerzo.” Antes que nada debimos re pensar cuestionamientos como: ¿qué consideramos como buena literatura? y ¿qué haríamos para ayudar a la formación del hábito de lectura en estos contextos? el aporte de Jorge Larrosa acerca de la necesidad de leer textos literarios: “Pero no para repetirlos o para producirlos, sino para afirmar su posibilidad y, quizá, para darles una posibilidad. Una posibilidad de vida.” Los clubes surgen así como una posible respuesta a la necesidad de recuperar el espacio lúdico de la palabra poética y que promueva el encuentro con la literatura a través de experiencias de lectura, escritura, escucha y diálogo y a la apertura a un mundo desconocido, atrapante, desafiante, como afirma Hirshman: “La diestra manipulación del lenguaje no es solo fuente de placer, sino también es fuente de poder.” A medida que se avanzaba con el proyecto y la instalación de los clubes, se volvió una constante el llegar al barrio y que los chicos estén en las veredas, recostados en los bancos de la plaza o trepados en los arboles esperando la llegada de las mediadoras o quien tuviese la llave del SUM que habilitaría esa nueva jornada de lectura literaria. He aquí el poder, poder de establecer un espacio de encuentro, de incentivar nuevos modos de habitar la realidad, de imaginar, de crear, de habilitar voces y soñar que esos niños puedan seguir teniendo un espacio para leer y disfrutar de la literatura. Bibliografía: • Abdadla, A- Barrientos, C: “El té literario y las Actividades con la Comunidad” Bs. As. Instituto de Formación Superior Juan Amos Comenio 817. Buenos Aires • Barthes, Roland: “Escribir la lectura” en : El susurro del lenguaje. Siglo XXI. 2003 • Deleuze, G: “La literatura y la vida”. En: Critique e clinique.17. Paris. Le Minuit. 1993. • Eagleton, Terry: Introducción a la teoría literaria. Argentina.FCE.1998 • Eco, Umberto: Obra abierta. Barcelona. Planeta Agostini. 1992. • Hirschman, Sara: Gente y cuentos: ¿A quién pertenece la literatura? México. FDE.2011 • Montes, Graciela. La gran ocasión. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.2007 • Larrosa, Jorge: La experiencia de la lectura. FDE. Barcelona.2003 • Lopez, Claudia: “La lectura en la escuela: entre desmesura y precariedad”. Bs As. Pag 4. • Uribe, Verónica: “Libros para niños para adultos” en: Había una vez… revista de literatura infantil y juvenil. Nro 14- Agosto. 2013. Chile. Fundación Había una vez…

Literatura Infantil y Juvenil UNaM "Una Literatura de arte Mayor"

Ya lo Decía María Adelia Diaz Ronner "¿de qué trata la literatura para chicos? Pues ¡vamos al grano ya! Trata de muchas cosas que nunca están superpuestas: de las palabras y las multiformas que cada escrito les otorga. Porque la literatura trata del lenguaje de sus resplandores en pugna, si se me permite describir casi poéticamente el oficio de escribir. Aunque suene extravagante, en pocas ocasiones se ubica al lenguaje como el protagonista específico de una obra literaria infantil. ¿Por qué expreso esta hipótesis de lectura? Porque, en general, se plurirramifica el tratamiento de un producto literario para los chicos abordándolo desde disciplinas que distraen del objetivo —y la especificidad, en suma— de todo hecho literario: el trabajo con la lengua que cada escrito formaliza."