viernes, 22 de febrero de 2013

LA CONSTRUCCIÓN DEL CAMINO LECTOR Laura Devetach

Un camino más cercano de lo que se cree Quiero transmitir estas ideas desde innumerables experiencias realizadas con docentes de distintos puntos del país, en busca de su formación como lectores. Y también desde mi ex-periencia de escritora inmersa en las incertidumbres sociales actuales. Quien escribe co-menta con su obra lo que le toca vivir, aunque a veces no nombre directamente nada reco-nocible como propio. Esa obra, ese comentario, puede ser para el escritor el resultado de una exploración, una búsqueda de respuestas, una sonda lanzada al infinito. Y puede ser también la misma exploración, la misma búsqueda, la misma sonda que el lector tiene para tirar hacia un texto. Me interesa que cada persona logre tener una visión panorámica de lo que es la construcción de su camino lector. No existen lectores sin camino y no existen personas que no tengan un camino empezado aunque no lo sepan. Es importante reconocer la existencia de los textos internos todo lo que uno percibió, escuchó, recibió por distintos medios, cantó, copió en cuadernos, garabateó, etcétera. La mayoría de las veces, por diversas circunstancias de la vida llámense falta de memoria, prejuicio, falta de espíritu lúdico, o porque simplemente la cultura en la que vivimos no estimula esa manera de “leerse" , dejamos este bagaje interno sin considerar. El camino lector personal no es un camino de acumulaciones ni es un camino recto. Consta de "entramados de textos" que vamos guardando. Unos van llamando a otros y en ese diá-logo de la persona con el texto se teje una trama propia, un piso para el viaje que no es difí-cil de hacer crecer una vez que se descubre y se valoriza. Muchos de nosotros nos percibimos como no lectores, y la ansiedad por llegar a serlo, por cumplir con imperativos no siempre claros, nos lleva a contabilizar sólo lo que leímos, o no leímos, según cánones escolares o académicos generados en base a normas discutibles. Sin embargo la mayoría de las personas no carecemos de lecturas realizadas si ampliamos los conceptos de lectura y de lector. Permanentemente hacemos diversas lecturas de la rea-lidad, o a través de la escucha, o en situaciones no formales que no se valoran por conside-rarse asistemáticas o eventuales: algún texto que nos impactó, fragmentos de poemas o poemas enteros, frases que quedan en la memoria, lecturas imprecisas que no recordamos, pero que ocupan espacio e intervienen en la dialéctica entre el lector y el texto. Por eso me interesa hablar especialmente de la construcción del camino lector que cada individuo va realizando de diversas maneras a través de la vida. Camino que para configu-rarse necesita contar con espacios internos, con disponibilidades abiertas. Estas construc-ciones, estos espacios, resultan siempre fortalecidos a través del juego con las palabras y la mayor variedad de prácticas realizadas con ellas. Cuando el deseo de leer nos toca el hombro, quizás sucede porque tenemos instalados de-seos previos en relación a las palabras de otros, ordenadas en un texto. Tal vez cuando re-currimos a los textos todos buscamos algo desconocido, algo que se nos plantea como un puente hacia cosas ocultas, y eso nos puede resultar temible, pero a la vez estimulante para la curiosidad, para satisfacer apetencias que se van generando en los movimientos del áni-mo. Aparecen entonces emociones nuevas, inquietudes que empiezan a habitarnos y no nos abandonan, interrogantes. Es allí cuando apelamos a la relectura para reincidir en esas emociones ya experimentadas, para desentrañar misterios, para satisfacer nuevas apetencias que van surgiendo por el camino que avanza con nosotros. Textos internos, textos externos. Nos impulsan a vivir "globalmente" en estas épocas de cambios, de fuertes contrastes, de dominios injustos. Pero los significados más profundos se codifican con las personas que tenemos al lado. Los sentidos se construyen en la vida cotidiana. Y transitamos así hasta el propio secreto, el propio silencio, la privacidad y la autonomía tantas veces temidas, y por las que no peleamos a veces, lo suficiente. Para propiciar el encuentro de estos dos mundos, el personal y el colectivo, me pareció in-teresante tomar como eje de trabajo la exploración de cómo se van configurando, en cada persona, los trayectos de lectura. Trayectos que finalmente se convierten en caminos en re-corridos siempre renovables que se entraman con lo construido por cada persona apenas abre sus sentidos al mundo. Y me pareció fundamental instalar esta problemática en la re-lación docente escuela. Para facilitar esta búsqueda comencé hace muchos años un trabajo en el que se apela al descubrimiento y la exploración de los textos internos . Por más que se lo niegue, siempre existen las palabras guardadas. Hay que hacerlas aflorar. La gente sale más rica de este tipo de exploración que conduce a la sorpresa y a !a reflexión. Sale poseyendo cosas que no sabía que tenía. Y algunos revalorizan lo que desdeñaran en otros momentos y en otros ámbitos. Por ejemplo, dichos familiares o de origen popular, dichos antiguos de abuelas, padres sentenciosos, personal de servicio, niñeras, gente de campo, palabras de las religio-nes o de la inmigración. Cielo con lana / lloverá hoy o mañana Viento del este /agua como peste. Siempre que llovió, escampó. Conozco los bueyes con los que aro. Teresa pone la mesa /y si no hay pan poné tu cabeza. Estoy hasta el moño. El que toca nunca baila. El miedo no es zonzo. Estos dichos conllevan verdades y mentiras de las experiencias cotidianas regionales y a veces universales. Nos vienen trayendo antiguas y a la vez actuales realidades, a las que, por su origen popular o campesino se soslayan o no se valoran. La pregunta que surge es ¿por qué no reconocer que podemos pensar en el clima desde lo que percibe y siente el cuerpo y no únicamente desde los grados que nos informa el servicio meteorológico? ¿Por qué no valorar la creación de metáforas que surgen de esas experiencias "faltas de status” si son formas válidas para ver, interpretar y expresar la realidad? Cuando cada persona descubre sus variados textos internos, se abre un amplio campo al-ternativo donde se empiezan a valorizar las disponibilidades poéticas o disponiblidades narrativas o disponibilidades para leer, para escuchar, para tener ritmo, etcétera. Se torna conciencia de que en definitiva el sonido de la vida está antes que el sonido de la palabra y que las formas poéticas no son formas puramente técnicas y racionales, creadas por un es-critor en su escritorio. Todo eso viene de mucho más antiguo, pasó por muchas personas y sus respectivas culturas. Viene de las costumbres y del sentimiento que las costumbres tienen en cada lugar. Viene del mecer, del latir del corazón, del dolor, de los sofocones de los juegos, del miedo, de la risa, de la tonada de la región, de los bailes y de todas las emo-ciones y sensaciones. Lentamente, esta materia se va plasmando, por medio de la palabra, en manifestaciones poéticas, en narraciones. Desde allí se generan también y no como instancias separadas modalidades de cantar, formas y tonos de decir, formas de contar. Son los ritmos internos que, después, cuando alguien se expresa artísticamente, los muestra como un estilo particular y los instala nuevamente en su cultura. En todas las manifestaciones de la literatura popular, en el folclore, en el romancero, en las poesías tradicionales, en los cuentos, en los dichos, en los chistes, en el folclore doméstico que se origina en cada hogar, hay una instancia estética decantada por el tiempo. Basta con recorrer el bagaje de poemas, historias, canciones, ritmos, recuerdos vinculados a las palabras que cada persona conserva, para descubrir la punta del ovillo del imaginario compartido de una familia, de una región, de un país. La apuesta consiste en vislumbrar y construir nociones de pertenencia y conciencia crítica. Quizás lo más importante sea trabajar sobre la toma de conciencia de la existencia concreta de un imaginario colectivo que hace pie en la cultura de la vida cotidiana. Patrimonio creativo que no necesariamente forma parte de lo que los medios de comunicación masifi-can y privilegian, aunque muchos elementos de esa licuada cultura se integren, se mezclen, dentro de este imaginario colectivo que nace en otras fuentes: afectivas vinculares, profun-das. Advertir la existencia de este imaginario diferente es instalar una mirada crítica en la cul-tura oficial y su sistema de relaciones. Y desde allí, avanzar hacia donde se pueda, a sa-biendas de que trabajamos en el terreno de las incertidumbres. La globalización es un hecho, no nos da la posibilidad de aceptarla o no. Por eso, trabajar a sabiendas con las in-certidumbres, esgrimir las dudas, es pensar de una manera diferente, abrir espacios. Es in-dispensable ser conscientes de que la cultura tiene redes que nos abarcan a todos, aún a los que se desea expulsar; que mal o bien pertenecemos a un marco común, al pueblo argentino, al idioma castellano. Y que todos compartimos semejanzas y diferencias con otros países latinoamericanos. De lo personal a lo colectivo A veces es bueno provocar desde los propios descubrimientos. Por eso propongo un reco-rrido a través de algunos textos que cacé, tejí y enganché y que ya compartí varias veces con muchísimas personas que, a su vez, hicieron sus propias búsquedas. “Pido gancho” –dirían los chicos en sus juegos- para que me dejen llevarlos como si los hiciera bailar, los meciera o ¿por qué no? Los embrujara un poco. Había una vez el va y el ven, el va y ven, el vaivén, de un arrorró mi niño, arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón. Duerme, duerme negrito, que tu mama está en el campo, trabajando, duramente trabajando. Ay que viene el coco a comerse a los niños que duermen poco. Noni noni noni, mm, mm, mm. scht, scht, scht... Un día el arrorró mi niño hizo tortita de manteca, para mamá que le da la teta, tortita de cebada, para papá que no le da nada. Y entonces este cazó un pajarito, este lo desplumó y este pícaro se lo comió. Y siempre el tilín tilín, el chas, el broom, el guau, el pío, el cocó, el tolón, el ¿QUÉ?... Eto, eto ¡cá tá! Y entonces vino un gato que tenía calzón de trapo y la cabeza al revés ¿Querés que te lo cuente otra vez? No me digas sí porque los zapatitos me aprietan, las medias me dan calor, y aquel mocito de enfrente me tiene loca de amor. No me digas no porque a Juancito de Juan Moreyra hay que darle la escupidera, que anoche comió una pera y le vino una cursiadera. Todo porque Cenicienta quería ir al baile del príncipe y la madrastra no la dejaba. Mientras tanto, Blancanieves vivía en el bosque con sus siete enanos. Y siempre, el chunga chunga, el crack, el ring, el blablablá. Y diostesalveMaría... ElfrutodetuvientreJesús. (¿Qué es tesalve?¿Qué es tuvientreJesús?) Y entonces, un día, ALA, A LA., A-L-A, A LA, ALA. Alas para la gallina turuleca que sentada en el verde limón, con el pico cortaba la rama. con la rama cortaba la flor. Pero cuando los cinco patitos se fueron a bañar, escucharon: febo asoma sordos ruidos oír se dejan tras los muros del histórico convento ¿ Qué ruidos hacen los sordos detrás de los muros?) Bum burumbum pam papam Bum burubum, pam papám, viene la murga. Yo por vos me rompo todo, y te vengo a saludar y a decirte que el gobierno de hambre nos va a matar. Bum burumbúm, pam papam. Mamá eu quero, mamá eu quero, mamá. ¿Qué gusto tiene la sal? preguntó Hansel a Gretel con la boca llena de casita de chocolate. ¡Salado! contestó Pinocho mientras se tiraba al mar desde la boca de la ballena, llevándose a Gepetto al hombro. La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?, los suspiros se escapan de su boca de fresa. - Este año, sin regalos no va a parecernos que estamos en Navidad- dijo Jo con disgusto. - A mí no me parece justo que algunas tengan tantas cosas bonitas mientras que otras no tenemos nada añadió Amy -Tenemos a mamá y a papá y nos tenernos las unas a las otras dijo Beth. ¡Esta familia es una cooperativa! comentó Mafalda mientras Susanita declaraba que las casas tienen que ser como la del hornero que tiene sala y tiene alcoba y aunque en ella no hay escoba, limpia está con todo esmero Pero: Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Todo de angaú nomás. Por eso Malena tiene pena de bandoneón: todos los viernes el amado se convierte en lobizón Se no é vero, é ben trovato. Y así fue como la luna vino a la fragua con su polizón de nardos. Los flamencos bailaban y bailaban con sus medias coloradas, blancas y negras. Y despertaron a Alicia que venía del país de las maravillas, y allí estaba Batman, esperándola. Bésame cantó Bésame mucho, como si fuera esta noche, la última vez. Se callaron las luces, se encendieron los grillos y una música los abrazó. Era Lisa Simpson en un solo de saxo. Y colorín colorado, seguramente este cuento no ha terminado. Es posible que al compartir este texto encontremos algunos elementos o algunos climas conocidos por todos. Que nos pongamos en actividad y evoquemos otras imágenes que aquí no estuvieron, que percibamos en ellas otras resonancias, que nos asalten las ganas de comunicar a otros lo que sentimos y descubrimos, y hasta que pongamos en juego una dis-ponibilidad distinta para escuchar, para leer o escribir. Esto sucede cuando reparamos en los textos que llevarnos adentro, combinados de mil maneras diferentes, ¿Tenemos conciencia de los textos que llevarnos adentro? Cada uno de nosotros fue construyendo una textoteca interna armada con palabras, can-ciones, historias, dichos, poemas piezas del imaginario individual, familiar y colectivo. Textotecas internas que se movilizan y afloran cuando se relacionan entre sí. A la manera de las retahílas infantiles podemos decir que en cada persona hay muchos textos, que la unión de los textos de muchas personas arman los textos de una familia, de una región, de un país. Las formas literarias no son arbitrarias, no nacen sólo por una voluntad estética de las personas que escriben, de los pueblos que escriben, nacen porque suelen ser una manera de construcción. ¿Qué relación hay entre el reconocimiento de los textos internos y la literatura? ¿Qué rela-ción hay entre la presencia de la literatura en la escuela y los textos internos? Estos textos constituyen el piso para que la literatura tenga presencia cotidiana, el lugar en el que se puede hacer pie para dar el paso natural hacia la lectura en el sentido más creativo. Para que cuando llegue el momento, se pueda hacer crecer lo que se tiene. Reconocernos en los textos compartidos nos da noción de pertenencia, de “venir con un pan debajo del brazo”, de estar en una trama común que de alguna manera nos respalda. El paso siguiente será relacionar este patrimonio personal con todo lo que hay en la biblioteca. Si es que hay biblioteca. Y si no, crea una necesidad, nace el deseo de apropiarnos de más textos. Reconstruir las huellas de lo que traemos da también noción de propiedad de ese material, que luego vincularemos a los libros, cuando llegue el momento. Todos los textos internos que poseemos provienen de algún vínculo afectivo o de circuns-tancias cargadas de afectividad. A veces esto hace que nuestro texto interno sea prestigioso ante nuestros propios ojos, a veces ocurre lo contrario y lo ocultamos: sentimos quizás como bello el poema trasmitido por la maestra que quisimos: 'No son los muertos los que en dulce calma, / la paz disfrutan de la tumba fría /muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.” Pero a la vez ocultamos la palabra de la abuela india o la canción del legendario inmigrante borrachín de la familia. Los actuales criterios de globalización nos llevan -en los países latinoamericanos a que descalifiquemos aún más ese bagaje privado y compartido simultáneamente. Lo importante es poder reflexionar sobre el interjuego de estos elementos, sobre nuestra lengua, la escri-tura, la lectura, aquí y ahora. Y sobre todo, pensar en cómo enriquecer los textos internos de nuestros chicos para que sus bagajes no sean sólo bagajes masificados. La realidad nos dice que muchas veces, encerrados dentro de distintos roles profesionales, no tenemos idea muy clara de nuestros textos internos. Muchos de nosotros no sabemos leernos, y cuando queremos leer literatura lo hacemos con esa carencia y desde ese rol. ¿Qué sucede cuando las personas nos salimos de los roles durante un rato y ponemos en movimiento nuestra textoteca interna? Tomamos conciencia de que tuvimos un camino de palabras en el que se puede hurgar y al que se puede seguir construyendo. A fuerza de es-cuchar y realizar distintas lecturas se nos configuró un piso en el que tanto lo que se in-corpora como la forma en que se incorpora van determinando las variables del crecimiento lector. Nos enteramos también de que lo adquirido no vino sólo a través de los libros, ni de un solo libro, ni de un solo tipo de actividad, y que además este camino está lleno de vaivenes y no tiene nada de lineal. Me parece oportuno subrayar que una de las riquezas de la lectura se encuentra en la relectura de muchos textos. No en la media hora dedicada a leer hoy, aquí y ahora, sino en los distintos regresos físicos y anímicos que podemos hacer a los libros. Tal vez valga la pena que pensemos mucho en esto quienes trabajamos con chicos y nos sentimos a veces programados a plazo fijo. Que lo piensen también quienes no traba-jan con chicos, pero quieren que los chicos lean. La textoteca interna ya reconocida se encuentra un buen día con la biblioteca. Es inevita-ble. ¿Qué tipo de biblioteca? Cualquiera. Pero para los que estamos afanados en este tema pienso que la mejor es la que definió Ítalo Calvino: “...esa biblioteca debería comprender por partes iguales los libros que hemos leído y que han contado para nosotros, y los libros que nos proponemos leer y presuponemos que van a contar para nosotros. Dejando una sección vacía para las sorpresas”. Y a los escritores, ¿qué nos pasa cuando movilizamos nuestros textos internos? Puedo res-ponder por mí, pero creo que representa a mucha gente que hoy trabaja en la Argentina. Hacemos pie en el adentro para comunicarnos con el afuera, sin demasiadas garantías. Per-sonalmente hago pie en el adentro para gambetear tentaciones y demandas, como instalarse en la escritura más cómoda y quedarse allí, decir sólo lo que se quiere escuchar y está pres-tigiado por la moda; responder consciente o inconscientemente a las demandas de las edito-riales que quieren responder a las demandas del mercado, que quieren responder a las demandas de escuela, etcétera. En los textos internos hace pie el estado de escritura en el que uno tiene que zambullirse para poder escribir. Estado de escritura que se corresponde ajustadamente con el estado de lectura en el que se necesita entrar para poder leer de ver-dad. Ambos estados son parecidos y son más bien disponibilidades. La tan simple y sencilla lectura puede a encubrir marejadas y movimientos internos que de afuera no se ven. A tal punto que nunca falte quien nos diga: "Pero dejá de leer, andá a hacer algo". Hacía una lectura privada y autónoma, hacia una sociedad que pueda empezar a leer Entre los recursos más eficaces del cami¬no lector, tanto personal como grupal, están el reconocimiento del deseo de leer y la satisfacción de tal deseo a través de los más variados textos. En especial los de ficción y poesía. En nuestros países latinoamericanos el discurso “reza” su reconocimiento a la importancia de la lectura. Pero en la práctica, para que eso cumpla, es necesario el libre acceso a los li-bros. Desde la ideología del liberalismo los libros son marginados. Los ciudadanos no cuentan con libros para poder ser lectores. Una buena manera de sojuzgar a los pueblos está en ponderar la educación y los libros, boicoteando a la vez aquello que se pondera. No obstante eso, trabajando a brazo partido, se logran espacios para el desarrollo de acciones y pensamientos. Espacios aislados, sin el apoyo adecuado –no sólo de los gobiernos sino también de la propia sociedad , pero espacios al fin desde los que se puede afirmar categó-ricamente, de hecho y de palabra, que es imprescindible que todo el mundo pueda leer cuentos, novelas, poemas, teatro como una práctica cotidiana. Lo recomiendo especialmen-te a los adultos en general, que siempre andan preguntando ¿cómo podemos hacer para que los chicos lean?, y a los docentes en especial, por su responsabilidad social en la formación de lectores. Crear espacios de lectura para ampliar el mundo, descubrir y aceptar múltiples formas de decir las cosas, conocer más de nosotros mismos al tener un diálogo diferente con la cultura escrita, aprender a no quedarnos en la cáscara de la realidad. La literatura y el arte plantean universos complejos y ricos –no necesariamente difíciles- que no se perciben sólo por la vía puramente racional o por el conocimiento erudito de las técnicas del lenguaje. Ese conocimiento llega también a través del camino lector que se va construyendo. Si no frecuentamos esos diálogos con autores de obras literarias vamos per-diendo capacidades y cierta disponibilidad que en algún momento nos puede hacer sentir que leer cuentos y poesía no sirve para nada o es una pérdida de tiempo. De la mano de cuentos y poemas se puede llegar, quizás, no demasiado lejos pero sí hondo, e instalar una forma diferente de estar en el mundo. En la ficción, en la poesía, hay ideas, nociones. Sen-saciones, obsesiones, que pueden llevarnos a leer y sentir la realidad de otra manera. A ve-ces, a ver lo que no vemos y sin embargo está ahí a captar una puerta posible de abrir, a ac-tivar el deseo y la fe por lo desconocido. No sé qué pueden hacer unos padres, unos profesionales de la educación, de la salud, o de cualquier orden, más un cuento, más un chico violentado por esta realidad y por la cultura de mercado. Pero sí sé que si cada profesional persona encuentra su zona de cuento, su zo-na de poema, va a saber qué hacer con ellos. Quizás escuchar, más que aleccionar o pres-cribir como respuesta rápida. Ayudarlos a descubrir que pueden vibrar como ha vibrado antes quien lo incita ahora a la lectura, a ponerse curiosos o tristes con las emociones y chispas que el escritor puso en su cuento. Respetar los silencios y ensimismamientos des-pués de leer o escuchar leer un texto. Contagiar el gusto por leer y no sólo "el hábito", la costumbre por vía voluntarista y racional. Una biblioteca variada en la comunidad, en la casa o donde se pueda, los adultos leyendo y hablando de lo que leyeron, compartiendo párrafos, contando el cuento y lo que el cuento les hizo sentir, hacen más que los cuestionarios de "comprensión lectora" en los que se de-legan a veces falsas responsabilidades. Transmitir una actitud vital. Quien no sufre o goza o se activa con la lectura o cualquier otra actividad, difícilmente pueda transmitirla, como se transmiten las actitudes amorosas. Leer para nosotros mismos, para los demás, con ellos chicos o grandes con toda honestidad. 0 no pretendamos que los chicos sean lectores. Del otro lado de la trama, el autor, al disponerse a escribir, toca zonas misteriosas donde viven como peces las cosas que provocaron emociones profundas. La taquicardia de la an-gustia o la trasgresión, la risa, el odio, el miedo, el amor. Son movimientos internos que se transmiten a través de la palabra y sin que necesariamente figuren como tema de lo que se escribe. Vaivenes, ritmos poéticos. Las auténticas obras literarias salen generalmente de esta zona, de adentro hacia fuera. Es un proceso cuyo resultado es un texto que tal vez no sea el que el autor pensó al comienzo. Ahí, o quizás antes, nunca se sabe, comienza la parte arte-sanal: trabajar, ser orfebre de esa materia que va generando con sus palabras para luego encontrarse con la interioridad del lector. Esto sucede cuando se escribe para cualquier interlocutor, de cualquier edad. Quizás después vengan ajustes y regulaciones, correcciones siempre necesarias. Pero cuando los textos no pasaron por la zona misteriosa, cuando transitaron sólo las razones de la razón y la pura intencionalidad, es difícil que aparezca el objeto artístico. No creo ni en el uso instrumental de la literatura, ni en la creación de historias escritas ex-presamente para que los chicos no tengan miedo, comprendan problemas familiares o su-peren traumas particulares. No creo en el uso unidireccional de ningún cuento ni del arte en general. Sí confío en la conexión amplia, libre, recurrente, curiosa, afectiva con la obra artís-tica. Confío en la eficacia de esta conexión con pocas normas fijas porque es la que crea una zona para dejarse ser. Quizás una de las pocas y verdaderas zonas de libertad. Zona donde juega la privacidad y la autonomía para leer y para escribir, en la vida de cada persona, en la vida del maestro, en la vida de los niños. La privacidad que pone en juego nuestras disponibilidades más profundas, que permite el ensayo y el error, el detectar el momento de la necesidad de recurrir al otro, a los otros. Poder entrar y salir del silencio, sabiendo que está legalizado como espacio. La autonomía para irse independizando, para incorporar los cambios, para usar las palabras que posee, para tener opiniones. Al final de estas reflexiones nacidas de experiencias compartidas con tanta gente, propongo recorrer otro enganchado confeccionado con fragmentos de textos y de registros de talleres Participantes con diferentes exploraciones sobre sus procesos lectores, reflexiona-ron, dijeron, discutieron y elaboraron trabajos escritos que hoy enriquecen esta tarea. "Comprobé que uno está más poblado de textos de lo que creía... ",. "Descubrí que tengo ganas de leer, que hay bastante todavía capaz de darme ganas, que me dejo quitar el tiempo de hacerlo...” “Descubrí que no importa en qué lugar estoy hoy ni cuánto "camino" recorrí, sino que siempre se está a tiempo para comenzar o seguir. Mí camino por ahora es cortito...” "Somos textotecas ambulantes que pueden ser consultadas por otros y por nosotros mis-mos...'. "Ahora me enfrento a mi propio camino lector. Comienzan hablando de un camino. Algo personal. Todos opinan. Comparten. Ya pienso y siento. Puedo verme caminando sin dete-nerme jamás, empiezo a revisar momentos de mi propia vida. En todos aparece la lectura vinculada a todos los cambios, a las búsquedas, a las elecciones, al poder (...) Y entonces voy atrás, muy atrás en el tiempo. Son todos los textos que tengo dentro y he ido juntando a lo largo del camino. El grupo ayuda, van y vienen las palabras, se deslizan como por tobo-ganes, atropellan y chocan contra las historias ajenas, se hacen una en las historias comunitarias (...) Renacen textos cantados, insultados, recitados entre lágrimas, leídos mil veces y dichos otras tantas (...) ¡Tengo tanto para decir!..." “No olvidaré estas noches en que los escritores me tomaron por asalto, en medio de la os-curidad y el fuego, y con tesón me decían sus textos, y era como si cada uno de ellos fuera conformando en mí un tejido, una malla de sueños, tristezas, risas, historias y personajes que de uno u otro modo se me parecían, me hacían vibrar con el raro privilegio de poder ver mi vida entera, la construcción que era yo carne y sangre con las palabras camino propio andado y desandado y a la vez¬- persona 'caminada' por el poder de los textos..

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Literatura Infantil y Juvenil UNaM "Una Literatura de arte Mayor"

Ya lo Decía María Adelia Diaz Ronner "¿de qué trata la literatura para chicos? Pues ¡vamos al grano ya! Trata de muchas cosas que nunca están superpuestas: de las palabras y las multiformas que cada escrito les otorga. Porque la literatura trata del lenguaje de sus resplandores en pugna, si se me permite describir casi poéticamente el oficio de escribir. Aunque suene extravagante, en pocas ocasiones se ubica al lenguaje como el protagonista específico de una obra literaria infantil. ¿Por qué expreso esta hipótesis de lectura? Porque, en general, se plurirramifica el tratamiento de un producto literario para los chicos abordándolo desde disciplinas que distraen del objetivo —y la especificidad, en suma— de todo hecho literario: el trabajo con la lengua que cada escrito formaliza."