viernes, 15 de febrero de 2013

Literatura infantil: la comodidad de la expatriaciónMirta Gloria FernándezFacultad de Filosofía y Letras, UBA

Una historia de la literatura infantil y juvenil argentina [de ahora en más LIJ] y de la crítica destinada a los libros para niños, como la que hemos iniciado desde 2005, en el marco del seminario de LIJ, se construye a partir del relevamiento de múltiples fuentes. Muchos de esos materiales están en archivos públicos, otros forman parte de bibliotecas personales, y una porción relevante hubo que rastrearla en testimonios orales y entrevistas provenientes de las provincias que organizaron congresos y jornadas de reflexión sobre el tema. De hecho, el primer evento de LIJ que registramos es de 1969 y aún no hemos tenido acceso a gran parte de las ponencias. En esta primera etapa exploratoria, de tipo historiográfico, en la que nos centramos en la búsqueda y recopilación de fuentes que constituyen una compleja red de voces, nos interesa determinar un punto de partida. Hemos elegido entonces la década del 60 en la que advertimos las primeras polémicas sobre la especificidad literaria infantil y la temprana reacción feminista hacia el cuento de tradición oral. La carencia de precisión respecto de la especificidad es una de las marcas que padece la tardía constitución crítica. Contaminada por discursos que exceden lo literario, parte de la producción destinada a la infancia ha desatendido su función más urgente: la estética. Operaciones tales como simplificar, adiestrar, moralizar, psicologizar, pedagogizar y hasta enseñar a tolerar las diferencias se han naturalizado hasta ser constitutivas del género. De hecho, ya está presente en el arduo trabajo de hibridación de Charles Perrault (1983), cuyos Cuentos de Mamá Oca, escritos en 1695, a pesar de conservar los ecos del Antiguo Régimen, padecen de una ideología y de un estilo propios de la época moderna (Zipes, 1983). La cruzada de educar a la infancia a través del control sistemático de los contenidos se empieza a ver más claramente en 1812 con los Cuentos infantiles y del hogar, de los hermanos Grimm (1998), y se acrecienta en los sucesivos adaptadores que desterraron al Gato con Botas, tal vez por hacer ostensible que las pillerías de la clase baja pueden ser exitosas, que mutaron padres y madres por madrastras, e impidieron que Gulliver apagara con orina el incendio del castillo de Liliput, además de evitar que el Lobo se comiera definitivamente a Caperucita. Si como postula Jorge Panesi “la literatura nunca ha sido cosa de provecho”,1 una parte de lo que se suele llamar literatura infantil corre el peligro de serlo al revelar el cronotopo sin estilizaciones ni procedimiento literario alguno. Hasta los artistas, cuando escriben para los niños, se vuelven afectos a la solemnidad, sea de la mano de un católico gigante (Wilde, 2003) sea del idioma de soporíferos cosmonautas (Eco, 1989).2 En su configuración de un destinatario que excede el epíteto infantil y hasta lo ignora, la literatura infantil es versada en I JORNADAS DE HISTORIA DE LA CRÍTICA EN LA ARGENTINA 161 estas prácticas de elisión y adjunción. Elide lo supuestamente traumático y adjunta valores acordes con la moral en vigor. La reflexión sobre este problema, que es parte de la crítica argentina de los libros dirigidos a los niños, vamos a situarla en la década del 60, momento en que se hacen visibles algunas polémicas en congresos y en revistas como Limen y Panorama, y se empiezan a gestar las primeras instituciones dedicadas a la LIJ de las que se originan las cátedras de los profesorados, a partir de 1970. La revisión del corpus crítico del campo nos permite distinguir dos vertientes: una emparentada con la escuela, que abreva en el cuento de tradición oral pero adaptándolo a lo que considera apropiado para los niños; y otra que tendrá un rol crucial en la década del 80 en lo que constituye el auge de los libros para niños, que cuestionará la falta de autonomía de la LIJ, pero que luego la asociará a nuevos valores progresistas. A este grupo pertenecen Graciela Montes, Graciela Cabal, Laura Devetach, Gustavo Roldán, Ema Wolf y, más separada del grupo, Elsa Bornemann.3 En los 80 se irán sumando, entre otros, Oche Califa, Ricardo Mariño, Silvia Schujer y Canela. Representante de la vertiente pedagógica, Martha Salotti, amiga de Gabriela Mistral y discípula de Rosarito Vera Peñaloza, es pionera, en Buenos Aires, de uno de los primeros grupos de reflexión sistemática sobre la LIJ. Egresada del Normal N° 4 y Directora del Instituto Bernasconi desde 1958 hasta 1964, imparte los primeros cursos para docentes desde donde preconiza el contacto de los niños de temprana edad con la literatura, y crea una metodología de lectura y escritura que tendrá ecos en todo el país. En una entrevista firmada por el profesor Luis Jorge Zanotti (1955), Salotti declara: “Pues... digan a los niños que lean cuentos de hadas... aun si quieren aprender matemáticas”.4 En esta línea, Dora Pastoriza de Etchebarne, egresada de la carrera de Letras y adjunta de la cátedra Introducción a la Literatura, de la UBA, cuya tesis doctoral de 1950 se titula Los cuentos de hadas, dicta en 1962 el primer curso sobre el cuento de tradición oral. Siguiendo la línea de Bettelheim, postula: Ciertas historias, de origen inmemorial, objetivan valores míticos del inconsciente colectivo. Resolvían los miedos (a la muerte, al poder, a las pérdidas) de una forma que hoy interesa también a los psicólogos. Esta reivindicación hay que ubicarla también en un momento de tensión pues, a pesar de que ejercerán un uso pedagógico de los cuentos maravillosos, al erradicar los que consideran violentos, imponen el género en las instituciones escolares. (1962: 55-77) Por su parte, grupos progresistas provenientes de la psicología recomendarán su separación de la escuela por considerarlos violentos. Un testimonio lo provee el diario riojano El Independiente del 8 de mayo de 1967, en cuya sección “Crítica”, una nota titulada “¿Qué libros buscan los niños de hoy?” dice textualmente: “Tanto en Fray Mocho, como en El Ateneo, Pardo, Hachette, Peuser y Librería Atlántida se confirmó una melancólica noticia: Carlos Perrault no integra ya el cuadro de los autores clásicos preferidos, ha sido condenado por la moderna psicología infantil”.6 Contradice al título de la nota “¿Qué libros buscan los niños de hoy?” al mostrar que no son los niños los que determinan que Perrault no integre el cuadro de los autores clásicos preferidos. Esta decisión nos remite a la teoría del reflejo que supone 162 Departamento de Letras que el niño lector imitará lo leído, un eje que deberemos retomar en futuros trabajos por ser determinante en la serie destinada a la infancia y a la adolescencia. A la corriente fundada por Salotti podemos sumar a María Hortensia Lacau, Mabel Rosetti, Ruth Pardo Belgrano y Ricardo Nervi. En su genuina aspiración pedagógica, estos intelectuales producen y recomiendan algunos textos de mediación o transición en los cuales se advierte un uso lingüístico considerado correcto como parte de la tarea moldeadora del niño. Sobre matrices y metodologías precisas, sentarán las bases de la importancia de la literatura en el jardín de infantes y en la escuela primaria. Este desvelo por la enseñanza lleva seguramente a Lacau a rechazar el Tutú Marambá que publicara María Elena Walsh (1969). En la marginalia de los textos donados a la Biblioteca del Ministerio de Educación se pueden leer comentarios como: “esto no es poesía/ absurdo/ absurdo no poético/ intrascendente/ nada rimada/ juego intrascendente/ banal y aburrida/”, referidos a El gato Confite, la Canción de títeres, La ratita Ofelia y Doña Disparate, entre otras.7 I JORNADAS DE HISTORIA DE LA CRÍTICA EN LA ARGENTINA 163 Sin embargo, dentro del mismo grupo, Pardo Belgrano, egresada de la carrera de Letras de la UBA, en su producción crítica ponderará el absurdo de Javier Villafañe y destacará la importancia de leer a los clásicos tanto como a Hans Christian Andersen, Daniel Dafoe, Horacio Quiroga y Ray Bradbury. Mientras ejerció la docencia en el Instituto Bernasconi, primero como maestra y luego como bibliotecaria, su trabajo en la formación de lectores fue memorable y tuvo como eje la buena literatura. Estas tensiones se advierten también en otros grupos. Según cuenta María Delia Díaz Rönner, la crítica hecha por el psicoanálisis en 1969 a La torre de cubos, de Laura Devetach, dejará muy mal parados a los psicólogos que la objetaron, ya que el libro será censurado en el 76 por la Dictadura Militar. Por otra parte, en un artículo de la revista Educación Popular, de octubre de 1962, María Luisa Cresta de Leguizamón, perteneciente al grupo literario de Córdoba, mientras valora la agilidad y riqueza lingüística de Tutú Marambá, condena “el nocivo material difundido mediante la historieta”. Sin embargo, será Cresta de Leguizamón quien, con su docencia innovadora y su temprana incursión en la crítica, propiciará los procesos de “autonomización” y desescolarización de los discursos literarios dirigidos a la infancia. Los Seminarios Taller de Literatura Infantil y Juvenil, organizados junto con Lucía Robledo, de 1969 a 1971, desde la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad de Córdoba, se constituyen en el epicentro crítico de los especialistas del país, deseosos de intercambiar experiencias renovadoras en relación con la LIJ. Al respecto, dice Cecilia Bettolli, quien integra actualmente el grupo de Córdoba, junto a Carlos Piñero, Florencia Ortiz y Adriana Vulponi, entre otros: Siempre nos impresionó en el CEDILIJ cómo estos seminarios están en la memoria de las personas que hicieron los primeros caminos a partir de estos encuentros; como algo fundante del campo. Sobre todo porque fue un evento de carácter público donde se abordó la cuestión de la literatura para chicos desde un lugar de ruptura con lo que se venía haciendo y de quiebre con cierta visión conservadora y tradicional del campo. Estos seminarios le dieron una vuelta de tuerca a esa mirada y plantearon el tema de literatura para chicos, la lectura y los libros, desde el ámbito del arte y la comunicación. En estos seminarios comenzaron a aparecer ponencias con enfoques nuevos, absolutamente despegados de perspectivas que hacían foco en lo didáctico, lo moral y la tradición oral y folklórica como aspectos predominantes en las reflexiones sobre literatura infantil y juvenil.8 De esas reuniones participan María Delia Díaz Rönner, que publicará sus comentarios críticos en el diario La Capital, de Mar del Plata, desde 1981; también Susana Itzcovich cuyas notas sobre espectáculos y libros aparecen en Análisis y Panorama a partir de 1968. Egresadas de Letras de las Universidades de Mar del Plata y La Plata, respectivamente, han sido las primeras profesoras de LIJ y también estudiaron en el Instituto Summa con Marta Salotti y Dora Pastoriza, con quienes, a la vez, se enfrentaron en diferentes momentos, aunque también acordaron en otros. La primera nota de Itzcovich (1967) en la revista Análisis, que lleva por título “Educar con belleza e imaginación”, del 2 de julio de 1967, incluye a Dora Pastoriza de Etchebarne entre figuras como María Elena Walsh y Víctor Iturralde.9 Estas aparentes contradicciones no se entienden si no se recupera el momento histórico. Recordemos que el sistema democrático fue interrumpido por dos golpes militares. Guido 164 Departamento de Letras depone a Arturo Frondizi en 1962 y en 1966 Onganía destituye al presidente Arturo Illia. Fueron tiempos en que la doctrina de Seguridad Nacional, de 1959, planteaba que las FF.AA. debían defender las fronteras ideológicas del propio territorio, los jóvenes padecían atropellos por llevar el pelo largo o por transitar por la calle en grupos de más de tres personas y las vanguardias artísticas eran fustigadas. Algunos casos de represión cultural son la censura de la ópera Bomarzo, de Mujica Láinez y Ginastera, la prohibición de Don Juan el Zorro, de Javier Villafañe, en 1967, la clausura de la revista La Rosa Blindada, de José Luis Mangieri, y el encarcelamiento de Damián Hernández, fundador de una antigua librería especializada en ciencias sociales y literatura, en 1966. Las dictaduras de Guido y Onganía arremeten contra las libertades democráticas y articulan un plan de destrucción de los logros alcanzados por la educación superior, mientras fustigan la calidad de enseñanza de las universidades nacionales. No olvidemos que durante la presidencia de Frondizi, el rector de la UBA, Risieri Frondizi, que creara EUdeBA y nombrara director a Boris Spivakow, se proponía el logro de la excelencia académica. Con Onganía, Spivakow será relevado de EUdeBA y creará en 1966 el Centro Editor de América Latina (CEAL). Son los tiempos en que los libros se venden en los kioscos de diarios, porque interesan a un público masivo que no siempre es el que visita las librerías. El lema de Spivakow es “Libros para todos”. Diez años más tarde será otra la dictadura que quemará los textos del CEAL. En 1960 se inicia una década en la que se habla de la Revolución cubana del 59, la guerra de Vietnam, la entrada a la Universidad de los hijos de la clase obrera, el movimiento pacifista y sobre todo la liberación de la mujer. En la Argentina, la disolución de los sindicatos, el despido de cientos de militantes y la detención de delegados y dirigentes culminarían el 28 de mayo de 1969 con el Cordobazo. En ese contexto y tomando en cuenta las dicotomías que dejan como herencia las dictaduras, deben ser estudiados los seminarios de la Universidad de Córdoba. La polémica sobre el uso del “tú” o la jerga cotidiana del español rioplatense, que asomaba ya en Pepe Biondi y que se empezaba a esbozar en los cuentos para niños, la insolencia lingüística desescolarizada, la aparición de personajes indóciles, el absurdo de Villafañe frente a la Hormiguita de Vigil. Lengua escolar-lengua culta, temas conservadores-temas revolucionarios son parte del ambiente literario infantil del que participa gente que, a la vez, se comprometerá políticamente. Sobre las jornadas literarias de Córdoba, dice Susana Itzcovich, en una entrevista para la presente investigación: Los Seminarios Taller de Córdoba dieron pie a profundas investigaciones, confrontaciones y debates. La exigencia y seriedad de la selección de los textos presentados y las discusiones y análisis de los mismos generaron diferentes corrientes. Cuando Laura Devetach (1971) presentó su trabajo sobre su cuento “Historia de Ratita”, se generó un debate con Dora Pastoriza de Etchebarne, quien aseguraba que el final del cuento (en el que Ratita decide salir a conocer el mundo pasito a paso) podía influir en los niños lectores, en la posibilidad de que se escaparan de sus casas. (referencia) Laura Devetach postula que las discusiones sobre “Historia de Ratita” fueron representativas pero que, en realidad, se reflejaron ideas en puja de la sociedad. Cito a la autora entrevistada para este trabajo: I JORNADAS DE HISTORIA DE LA CRÍTICA EN LA ARGENTINA 165 Quizás hoy parezca un poco inocente, pero se contraponían quizás las metáforas de una ratita recorriendo el mundo y los fundamentos de Marta Salotti en un libro llamado El patito Coletón, muy usado en jardines. Allí se hablaba entre otras cosas de que los niños debían andar “alita con alita” con sus mamás, para no perderse en este mundo. De alguna manera, estas alegorías marcaron entonces perspectivas opuestas. Mientras el patito no podía separarse de su mamá porque se perdería para siempre, la ratita en su liberación y su paseo por el ancho mundo conocería el amor. Un segundo tema de discusión en esos tiempos fue el cuento de tradición oral. Como hemos dicho, hubo defensa del género. Pero incompleta. Sostiene Etchebarne: “Una de las causas que nos llevaron a ocuparnos de la literatura infantil fue la necesidad de modificar algunos cuentos tradicionales cada vez que nos disponíamos a contárselos a los niños” (1962: 55). Comentando algunos cuentos de Andersen agrega: Así, por ejemplo, el dolor o la crueldad llevados a un grado extremo tornan inapropiados para los niños ciertos cuentos del gran escritor danés. (...) El cuento no está exento de gracia, a pesar de tan truculentos personajes; pero creemos innecesario recurrir a argumentos de ese tipo, en los que la mentira y la ambición son los móviles de actitudes crueles y de pésimo gusto que nada bueno pueden dejar en el ánimo de los niños lectores. (1962: 55) En los 70, escritoras y críticas del progresismo arremeterán contra el género maravilloso de la tradición oral, pero ya desde posiciones arraigadas en creencias sexistas y psicologistas que analizaremos en futuros trabajos. Como se puede apreciar, los trabajos críticos de la década respondieron a una doble raigambre que resulta en sintonía con la teoría del reflejo en su consideración de que los niños imitan lo que leen en los libros. Con la democracia, se produce una autonomía respecto de la escuela: gran parte de la serie literaria da lugar a otra puesta en texto, vinculada a los valores progresistas de los años 70. La teoría del reflejo seguirá vigente en trabajos actuales que los guardianes de la literatura infantil y juvenil gustan denominar “humanistas” por su tendencia a “rescatar valores como la identidad, el crecimiento, el conocimiento de la verdad y del amor, la justicia, la integración y la tolerancia de las diferencias” (Sormani, 2002). La literatura infantil y juvenil es un fenómeno extraño. La sociedad completa se autoconvoca a opinar. No hace falta ser especialista. En su expatriación de la academia, la investigación y la crítica especializada reinan el monólogo de mercado. Mientras tanto, los niños leen unos cuentitos sobre el sida, la discriminación y la ecología, pero por suerte se aburren y siguen hojeando las “adivichanchas” de Barcelona. Bibliografía Arnoux, Elvira Narvaja. El discurso latinoamericanista de Hugo Chávez. Buenos Aires, Biblos, 2008. Bornemann, Elsa. Un elefante ocupa mucho espacio. Buenos Aires, Fausto, 1988. Devetach, Laura. Historia de Ratita. Ilustraciones de Juan Manuel Lima. Buenos Aires, Colihue, 1995. Eco, Humberto. Los tres cosmonautas. Madrid, Destino, 1989. 166 Departamento de Letras Grimm, Jacob y Grimm, Wilhelm. El libro de los cuentos de los hermanos Grimm, ilustraciones de Jesús Gabán. Barcelona, Ediciones B, 1998. Itzcovich, Susana. Veinte años no es nada. Buenos Aires, Colihue, 1995. Perrault Charles. Cuentos de hadas ilustrados por Doré. Barcelona, Lumen, 1983. Sormani, Nora Lía. La literatura infantil y juvenil, resistencia en el humanismo ¿y después? Ponencia presentada en la Feria del Libro Infantil y Juvenil, Buenos Aires, 2002. Pastoriza de Etchebarne, Dora. El cuento en la literatura infantil. Buenos Aires, Kapelusz, 1962. Capítulo IV: “Cuentos tradicionales”. Referencia a los más difundidos. Villafañe, Javier. Don Juan el Zorro. Buenos Aires, Colihue, 1989. Walsh, María Elena. Tutú Marambá. Buenos Aires, Sudamericana, 1969. Wilde, Oscar. “El gigante egoísta”, en El príncipe feliz y otros cuentos. Madrid, Susaeta, 2003. Zipes, Jack. Romper el hechizo: una visión política de los cuentos folclóricos y maravillosos. Buenos Aires/México, Grupo Editorial Lumen, 1983. Notas 1 En “Los chicos imposibles”, reseña de Jorge Panesi sobre el libro ¿Donde está el niño que yo fui?: Adolescencia, literatura e inclusión social, de Mirta Gloria Fernández. Disponible en: http://portal.educ.ar/debates/contratapa/recomendados-educar/donde-esta-el-nino-que-yo-fui.php 2 Más actual y remozada es la operación de desmoralización hecha por el propio Polansky para que su Oliver Twist no resultara tan políticamente correcto al ser el hijo de una dama distinguida. Roald Dahl, en pro del moderno discurso de la diversidad, elimina la referencia a los pigmeos en la cuarta edición de su Charlie y la fábrica de chocolate; Carroll, sin que nadie se lo pida, decide que los lectores de su Alicia para los pequeños prescindan de la ambigüedad entre la vigilia y el sueño, decisiva en la novela original. 3 La dictadura de Videla se encargaría de censurar el trabajo de varias de las autoras y críticas pertenecientes al grupo progresista. Los casos más resonados fueron los de la prohibición de Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, y La torre de cubos, de Laura Devetach. En los 80, serán ya ampliamente reivindicadas junto a Graciela Montes, Graciela Cabal y una generación de autores que publicará en forma masiva y constante, primero, en el Centro Editor de América Latina, luego, en El Quirquincho, Colihue, Sudamericana, Alfaguara, y que más tarde producen el efecto de abarcar las editoriales dedicadas al mundo infantil. 4 Revista Mundo Infantil de la Editorial Haynes de la Argentina. Publicación del año 1952. Colección personal de Ruth Pardo Belgrano. 5 Etchebarne hace referencia a un tal Wilhelm Stekel que en “Cartas a una madre” postula la exclusión de este tipo de cuentos. Ella no está de acuerdo totalmente con él y dice: “preferiríamos sencillamente apartarlos de circulación, reservándolos como material de estudio. No desechamos la posibilidad de una adaptación de esos cuentos, efectuada por expertos que cuiden la supervivencia del mito que encierran, aunque tal vez sería más beneficioso que surgiera una nueva literatura, pues aquellos cuentos fueron buenos en esa época y deben ser juzgados con relación a ella” (1962: 51-77). 6 Colección Ruth Pardo Belgrano. Gran parte de la obra de esta autora se puede consultar en http://tags.idoneos.com/Mar%EDa_Ruth_Pardo_Belgrano. 7 El libro con las notas de Lacau en la marginalia se puede consultar en la Biblioteca Nacional de Maestros, perteneciente al Ministerio de Cultura y Educación de la Nación. 8 “Malicha entre nosotros”, en Al Filo, Revista digital de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Córdoba 28, diciembre de 2008. http://www.ffyh.unc.edu.ar/alfilo/26/historias-y-personajes.html. 9 Revista Análisis 329, 3 de julio de 1967, colección de Susana Itzcovich. CV Mirta Gloria Fernández es egresada de la carrera de Letras de la UBA, especialista en Educación, en Lectura y Escritura y Magíster en Análisis del Discurso, se desempeña en la UBA como investigadora y docente de Didáctica Especial en Letras. Tambbién dicta Literatura Infantil y Juvenil en la UBA, en la Maestría en Ciencias del Lenguguaje y en capacitación docente de CA BA. Escribe para varios órganos de investigación, como la revista de semiótica ítalo argentina Adversus y para Actas pedagógicas, de Colombmbia, entre otras. Desde 2006, forma parte del grupo de especialistas que asesora al Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC ). Sus pubublicaciones más recientes son ¿Dónde está el niño que yo fui? y Un axolotl con un hombre en la cabeza (México, CONAC ULTALTALTA). Su tesis se titula “Formas de apropiación de la literatura en escritos de jóvenes en situación de reclusión transitoria

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Literatura Infantil y Juvenil UNaM "Una Literatura de arte Mayor"

Ya lo Decía María Adelia Diaz Ronner "¿de qué trata la literatura para chicos? Pues ¡vamos al grano ya! Trata de muchas cosas que nunca están superpuestas: de las palabras y las multiformas que cada escrito les otorga. Porque la literatura trata del lenguaje de sus resplandores en pugna, si se me permite describir casi poéticamente el oficio de escribir. Aunque suene extravagante, en pocas ocasiones se ubica al lenguaje como el protagonista específico de una obra literaria infantil. ¿Por qué expreso esta hipótesis de lectura? Porque, en general, se plurirramifica el tratamiento de un producto literario para los chicos abordándolo desde disciplinas que distraen del objetivo —y la especificidad, en suma— de todo hecho literario: el trabajo con la lengua que cada escrito formaliza."