lunes, 18 de febrero de 2013

Distintas intensidades de la relectura por Gustavo Bombini

Releer a doce años Cara y cruz de la literatura infantil supone un complejo ejercicio de distintas intensidades. La primera, más obvia, hace al proceso de relectura de cualquier texto, en tanto nuevas condiciones de recepción y circulación: una nueva editorial, una nueva colección, otras condiciones en el campo de la literatura para niños y de su enseñanza, nuevas perspectivas para viejos debates, otros debates. También supone otra intensidad, esta operación de relectura que es escribir un prólogo a una reedición. El prólogo como cristlización de la relectura parece interpelar al propio sujeto que ahora lee. Este que soy el que ahora lee es otro que el que era yo, cuando, en 1988, leí por primera vez y totalmente entusiasmado Cara y cruz y lo reseñé para el diario La Capital de Mar del Plata. Yo no soy el mismo —y creo que éste es el punto más atractivo de cualquier operación de relectura— que leyó ese texto que venía a plantear el cara o cruz, es decir, la puesta en escena máximamente explicitada del debate posible en aquellas condiciones: la apertura democrática, la innovación de las prácticas educativas, la originalidad de los proyectos editoriales, la potencia de un nuevo lenguaje, el de una nueva escritura para la literatura para niños a partir de los '80. Poner en el tapete las modulaciones propias de un debate vital, evidenciar el sentido polémico de estas nuevas condiciones de lectura y escritura, parecían potenciar el valor estratégico de un libro de minúscula apariencia y a la vez poderoso por su eficaz incidencia en el campo. Cara y cruz propuso en este sentido categorías crítico-descriptivas que permitían construir un diagnóstico, conocer el estado de las cosas y comprometían a su vez al lector a posicionarse al respecto. De esta manera, las llamadas "intrusiones" de la psicología evolutiva, de la pedagogía, de la ética desciben un estado de las prácticas de la lectura escolar frente al que Díaz Rönner, clara y enfática, reclama la autonomización de la práctica literaria frrente a estas imposiciones de la cultura escolar que acabarían por desdibujar el objeto en cuestión. Estra preocupación por el objeto coloca a Cara y cruz en un lugar genérico original: se trata de un libro de crítica literaria en tanto construye categorías de análisis para el objeto literatura y realiza una rica práctica de lectura (y de hecho incluye en la segunda parte "Textografías", una rica recopilación de sus reseñas bibliográficas); a su vez, Cara y cruz nos muestra un modo de leer específico de quien aborda a la literatura infantil en su particular modo de posicionarse en el interior de la escuela. En este sentido Cara y cruz se contituye como el mejor ejemplo de un libro de pedagogía literaria. Releer es también reconocer el efecto intenso que supone la renovada imagen de autor. Los últimos doce años ratificaron en lo tangible, legible y audible de artículos, ponencias, conferencias y otro tipo de intervenciones orales la productividad incesante del pensamiento crítico, audaz, revulsivo de María Adelia Díaz Rönner. Es en esos soportes donde leo y releo una sintaxis sinuosa y cautivante, una creación léxica sorprendente y constante, de alto impacto para la significación, una pirueta semántica inesperada que metaforiza la práctica crítica y desafía —gracias a todas estas operaciones— cualquier modo de adormecimiento de las escrituras académicas, cualquier previsibilidad profesionalista, cualquier pedagogismo burocratizante, cualquier repetición funcional a las circunstancias de enunciación. Cada nuevo texto de ella ratifica su ademán de estilo, como tomando por las solapas al lector, nietzscheanamente, para reclamarle perentoriamente su más fina atención a la lectura de ideas, metáforas y polémicas. No somos los mismos después de haber leído alguno de los textos de María Adelia, esta Cara y cruz y cualquier otro; seguramente nuestros conceptos y concepciones sobre la infancia, la escuela y fundamentalmente sobre la literatura y la cultura para los niños se van a ver fuertemente modificados. Sus textos inciden directamente y de esta manera eficaz sobre nuestros pensamientos, sobre nuestras prácticas y sobre nuestros deseos. En torno a lecturas y escrituras, conversaciones y recomendaciones, así en el sentido amistoso del intercambio intelectutral que preconizaba Gilles Deleuze, vamos construyendo una relalción posible con el arte, con la literatura y con el conocimiento. De la misma manera en el ambiente de la escuela, en las relaciones con los otros, con nuestros colegas y con nuestros alumnos vamos construyendo redes de intercambio que muestran su productividad. Apuesto, junto con Susana Itzcovich y con los editores, a poner otra vez en el ruedo este libro fundamental de los '90 que todavía tiene que seguir hablándonos, como lo hacen únicamente los buenos libros. ________________________________________

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Literatura Infantil y Juvenil UNaM "Una Literatura de arte Mayor"

Ya lo Decía María Adelia Diaz Ronner "¿de qué trata la literatura para chicos? Pues ¡vamos al grano ya! Trata de muchas cosas que nunca están superpuestas: de las palabras y las multiformas que cada escrito les otorga. Porque la literatura trata del lenguaje de sus resplandores en pugna, si se me permite describir casi poéticamente el oficio de escribir. Aunque suene extravagante, en pocas ocasiones se ubica al lenguaje como el protagonista específico de una obra literaria infantil. ¿Por qué expreso esta hipótesis de lectura? Porque, en general, se plurirramifica el tratamiento de un producto literario para los chicos abordándolo desde disciplinas que distraen del objetivo —y la especificidad, en suma— de todo hecho literario: el trabajo con la lengua que cada escrito formaliza."